Tener que escribir sobre mi relación con la escritura es algo tan surreal como el país en el que nací. ¿Qué por qué es surreal escribir sobre mi relación con la escritura? Bueno pues pensando que estoy aquí porque tenía un par de años donde las palabras no fluían y lo más cercano a expresión era la fotografía, escribir sobre escribir me hace pensar en que necesitaba regresar a lo básico para poder hacerlo. Regresar a convivir con animales (de esos con cuatro patas y mucho pelo), con personas que se preocupan por personas, con gente que quiere salir adelante siempre ayudando al prójimo y no a costa de él, necesitaba una persona que me empujara a escribir creando un taller para retarme.
La escritura desde que tengo memoria ha sido parte de mi vida, porque leer es escribir en la memoria de una u otra forma, fotografiar es escribir con imágenes lo que no podemos describir con palabras, abrazar a nuestra gente es escribir con el cuerpo lo que el intelecto no puede materializar. Escribir es una forma de catarsis, de plasmar lo que se siente, lo que se piensa y lo que no se sabía que estaba ahí.
En algunos momentos en mi vida he sentido que no puedo escribir y eso es síntoma de que algo más está atorado. Y digo escribir aun cuando puede ser desde un tweet , una publicación en Facebook, un reporte laboral o una larga carta a un ser querido, a veces ni siquiera un mensaje vía WhatsApp sale; en otras ocasiones no me puedo callar, escribo al mismo ritmo que hablo, con toda la pasión de una idea que se desborda, con el corazón afuera tratando de expresar lo inexpresable.
Acaban de ocurrir una serie de temblores en el país, realmente espero que el del sábado 23 haya sido el último por mucho tiempo; en este país surreal donde su gente odia al gobierno pero se cuida entre ellos; donde nos podemos ignorar en la abundancia, pero si nos necesitan agarramos picos y palas y movemos montañas con tal de salvar al otro, a ese otro que no conocíamos y que de no ser por una tragedia así tampoco nos interesaría saber que existe. En estos momentos todo, absolutamente todo lo que escribo lo escribo con el corazón a un costado; todo lo que leo, lo leo con la lágrima rodando; todo lo que fotografío lo hago esperando que de alguna forma la evidencia de la bondad en el mexicano se contagie a todo el mundo. Los abrazos en estos tiempos saben más, el poder dormir en una cama calientita y cómoda es agridulce, tener la posibilidad de ayudar y no ser el que necesita ayuda es mágico, pero aun así duele. Duele regresar a la vida que de normal lo único que tiene es el título, nada puede ser igual, todo cambió sin haberse modificado nuestra realidad y eso también es parte del país surreal donde existimos.
Pero creo que me salgo del tema; escribir para mí es darle forma a un pensamiento, a una intención, a una idea, no necesariamente coherente, ni lógica, en muchas ocasiones simplemente es el sentimiento desbordado de lo que se vive.
La escritura es mágica, acerca a las personas que necesitas y aleja a aquellas que no deben estar ahí mucho tiempo más. La escritura puede matar y te puede hacer vivir, saca las más sinceras carcajadas y el mismo texto te puede llevar a las lágrimas más tristes en un segundo. La escritura, para mí, es la vida hecha carta, convertida en poesía y transformada en una novela a través de la cual alguien nos conocerá, mucho más quizás, de lo que nos conocemos nosotros mismos.
Escribir para mí es un ejercicio terapéutico, catártico y social, siempre social, no puedo escribir desde la soledad, la soledad ahoga las palabras, muy parecido a la nada ahogando fantasía en aquel hermoso libro de la historia interminable.
Escribir es un soplo de vida en un mundo surreal, caótico y lleno de magia.
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